Sevilla es una de las cunas indiscutibles del flamenco. Su historia está marcada por generaciones de artistas que han dado forma a este arte desde sus raíces más profundas. Muchos visitantes asocian el flamenco con nombres populares como Camarón o Paco de Lucía, pero en Sevilla nacieron figuras fundamentales que han dejado una huella imborrable, aunque no siempre sean tan conocidos fuera del ámbito flamenco.
En este artículo queremos rendir homenaje a esos grandes del flamenco nacidos en Sevilla. Artistas que marcaron época y que siguen siendo fuente de inspiración en los escenarios de hoy.
Pastora Pavón Cruz, conocida como La Niña de los Peines, nació en Sevilla en 1890. Está considerada una de las cantaoras más influyentes de la historia del flamenco. Su dominio de los estilos, especialmente la soleá, las bulerías y las seguiriyas, la convirtió en una figura legendaria.
Su forma de interpretar transformó el cante jondo en un arte más depurado y emocional. A pesar de su enorme relevancia, su nombre no siempre aparece en las listas de artistas más conocidos por el público general. Sin embargo, cualquier aficionado serio al flamenco reconoce en ella un pilar fundamental del género.
Manuel Vallejo, nacido en el barrio de San Lorenzo en 1891, fue un cantaor con una técnica vocal excepcional. Ganó la prestigiosa Copa Pavón y fue uno de los artistas más respetados de su tiempo. Se caracterizaba por una voz clara y una gran capacidad para abordar distintos palos con solvencia.
Vallejo actuó en los principales teatros de España durante las décadas de 1920 y 1930 y compartió escenario con artistas como Ramón Montoya. Aunque hoy en día su nombre no es tan popular como el de otros contemporáneos, su legado es imprescindible para entender la evolución del cante clásico.
Manuel Ortega Juárez, conocido como Manolo Caracol, nació en Sevilla en 1909, en una familia de profundas raíces flamencas. Nieto del cantaor Curro Dulce y descendiente del legendario El Planeta, Caracol representó como pocos el flamenco más visceral y expresivo.
Ganador del primer Concurso de Cante Jondo de Granada en 1922 junto a La Niña de los Peines, Caracol tuvo una carrera brillante y polémica a partes iguales. Su voz rota y desgarradora conectó con el público de manera inmediata, y aún hoy se le considera uno de los grandes del cante gitano-andaluz.
Antonio Cruz García, más conocido como Antonio Mairena, nació en Mairena del Alcor, en la provincia de Sevilla, en 1909. Aunque nacido en un entorno rural, su influencia en el mundo flamenco se extendió por toda Sevilla y Andalucía.
Fue uno de los principales defensores del cante gitano tradicional. Gracias a su labor como investigador y artista, muchos estilos que estaban en riesgo de desaparecer pudieron documentarse y conservarse. Su profundo respeto por el legado flamenco le valió el reconocimiento como una figura esencial para el estudio y la práctica del cante.
Hermano menor de La Niña de los Peines, Tomás Pavón fue un cantaor de culto. Nacido también en Sevilla, su obra es escasa, ya que grabó muy poco, pero su cante ha sido altamente valorado por puristas y estudiosos.
Especialista en seguiriyas y soleás, Tomás tenía un estilo contenido y lleno de matices. Su capacidad expresiva y su sensibilidad lo convirtieron en uno de los referentes del flamenco más profundo, aunque su reconocimiento llegó principalmente tras su muerte.
Muchos de estos artistas nacieron a pocos metros de lugares que hoy puedes visitar. Calles del centro histórico, patios escondidos, barrios como Triana, San Lorenzo o la Alameda guardan recuerdos de estos grandes del flamenco.
Conocer sus historias y entender su importancia te permite vivir Sevilla con otra mirada. No se trata solo de asistir a un espectáculo flamenco, sino de saber que estás presenciando un arte que fue moldeado aquí, por personas reales, en lugares que siguen respirando duende.
Cuando vengas a Sevilla, escucha. Camina por sus barrios sabiendo que por esas calles pasaron voces irrepetibles. Y si quieres conectar con esa herencia viva, ven a vernos a nuestro tablao Los Gallos. Porque el flamenco no está en los museos: está en la ciudad, en su gente, y sobre todo, en cada nota que todavía hoy se canta con alma.
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